Una persona puede ser simpática… agradable… elocuente… inteligente… e innumerables adjetivos más. Pero en el fondo, cuando esgrimimos situaciones y contexto hay una clara diferencia entre las que son buenas personas y las que no lo son. y mediocres personas, moralmente hablando.
Quien no ha tenido compañeros de trabajo que se limitan a hacer aquello que acostumbran pero no dan su brazo a torcer para echar una mano… Otros se limitan a no hacer nada que se salga del tiesto pero tampoco contribuyen a una ayuda activa en situaciones concretas.
El resto de las personas pueden ser moralmente superficiales pero no están vinculados a esta categoría… Es una actitud ante la vida, ante los demás, que debe salir de cada persona.
Y es algo que puede ser innato, pero sobre todo es algo que se elige. Quizás nazca del egoismo. Es sencillo actuar de la manera más acorde a nuestros intereses, pasando por alto los sentimientos del resto de las personas.
A lo largo de mi vida me he topado con tipos (no se me ocurre llamarlos de otro modo) que de cara a la galería son muy “simpaticotes”, “caballerosos”, o “divertidos”… pero de repente, a la hora de la verdad una situación les pone a prueba y se descubre rápidamente que clase de persona son.
Personas cuyo corazón parece tener 4 tallas menos, como el Grinch.
Son estas personas las que me enseñan lo que no quiero dar a los demás.
Afortunadamente podemos elegir con quien queremos estar en el camino.
Por otro lado tengo una persona cerca que cada día me recuerda, con su actitud el sentido de lo que significa ser un auténtico ser humano y tengo que recular, a veces flaqueo o a veces no soy consciente de que puedo ofrecer más de mí a los demás ser más humano.
Pero también aprendo cada día a pensar antes de mover un dedo… Antes de mencionar una palabra, que se puede tener una actitud receptiva con los otros y es un trabajo personal si cada uno pretende ser menos egoista....
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